Hoy estoy un poco espesa, aviso, pues el día empezó muy temprano y con la cabeza avisándome alarmantemente que está ahí y que sigue encima de los hombros. Tiene la fea costumbre de ponerse tonta de vez en cuando y pedir un poco de atención. La comprendo, todos necesitamos un poco…..así que pido disculpas de antemano por si no queda muy claro lo que diga hoy aquí….
El pequeño Piglet, desde su inocencia, nos deja la mejor de las lecciones, ¡ojalá todos pudiéramos pensar y sentir así!.
Cuando me puse a seleccionar la frase para hoy, mi vista se detuvo en ésta y me trajo el recuerdo de una preciosa historia de la fue protagonista mi sobrina pequeña cuando era un «mico» de tres añitos y me encantará compartirla con vosotros porque cuando aquello pasó, me enseñó una gran lección que no olvidaré jamas y que me acompaña desde entonces, apareciendo muchas veces.
El padre de la niña es de León y aunque hace muchos años que no viven aquí, todos los veranos desde que mi sobrina era pequeñita, la traía a las Fiestas de San Juan, pues a ella le gustaba ir a la Feria de las Atracciones. Así que ese año llegaron el padre y la hija y fuimos a la Feria. Desde las ocho de la tarde estuvimos montando en todos los chismes que había, que si ahora el tren de la bruja, que si ahora, las colchonetas, los coches de choque de enanos, los caballitos…. pasó la tarde y cenamos allí como es costumbre y por fin con la niña agotada decidimos irnos a casa.
Al salir de la Feria había un puesto lleno de peluches, un millón de ellos de todos los colores, formas y tamaños . La niña se quedó petrificada delante del puesto y con una cara que era un poema, así que le dije que íbamos a tirar de una de las cintas para conseguir uno. La peque sonrió, se subió a mi colo y se puso a elegir la cinta que quería. Después de un rato pensando que color coger, por fin tiró de una de las cuerdas y le tocó el ansiado peluche. ¡Sorpresa! La Ley de Murphy nos la jugó de nuevo y el peluche era el más feo del puesto, un pequeño dragón morado y verde brillante que debéis creerme asustaría al más valiente. Cuando estaba a punto de que sacara otra cinta para ver si había más suerte, la niña con una preciosa sonrisa y la cara más bonita que recuerdo, miró a su peluche y dijo contentísima:» ¡Qué suerte, tía, es el que yo quería!
Es una suerte, sí, el conseguir pensar como ella. Es una suerte adaptar tu deseo a lo que te toca. Es una suerte considerar que tu trabajo es el mejor, tu casa la mejor, tu coche el mejor y sobre todo es una suerte sentir que tu situación, tu gente, tu vida y cada uno de tus días son tus favoritos. Pensando así no hay nada que se ponga por delante …….
Así que ya sabéis, que «siempre hoy sea vuestro día favorito». Ese día en el que todo es perfecto …. y sino lo es, se hace.
Hasta mañana. Hoy os deseo un día favorito.
