Al hilo de mi post de ayer, me ha surgido esta, más que frase, recomendación. ¡Buena sugerencia y qué poco aprovechada!. Los humanos somos a veces especialmente tontos, no nos damos cuenta que dejar de lado a la gente que nos quiere es un absurdo y una gran temeridad.
Os decía ayer que cumplir años tiene de bueno el poder que le damos a nuestro «yo» interior. La parte menos buena de dejar que eso ocurra, es que a veces nos entra el diablillo de «saberlo todo» y no nos paramos a pensar que debemos luchar porque algunas personas permanezcan en nuestra vida, aunque ello implique tragarnos nuestro orgullo.
Cuando existen lazos fuertes, de mucho tiempo, de muchas vivencias, de mucho «troteo» , es inaceptable, aunque nos parezca que estemos hartos de aguantar, de ceder, de perdonar, alejarnos de las personas con las que nos une algo más que mucho cariño. Ellas nos enriquecen la vida de muchas formas, nos dan historia, pues desde pequeños hemos compartido nuestra vida con ellas, nos dan vivencias, probablemente diferentes a las nuestras pero no por ello menos buenas, nos dan otra perspectiva, nos desarrollan un grado nuevo de tolerancia y nos dan sobretodo cariño, algo que nunca debemos alejar de nosotros.
Ninguno, y sí, digo ninguno con mayúscula, de los malentendidos, enojos, berrinches, disgustos que la gente querida nos pueda provocar, son suficientes para prescindir de aquellos que queremos porque nos sale del alma, porque pertenecen a nuestro ser, porque sin ellos nuestro mundo sería diferente y creedme, seguro que no mejor. Alejar a esas personas íntimas de nuestra vida, aunque pensemos que es lo mejor que podemos hacer pues nos causan problemas que duelen, siempre es un error, ya que, o aprendes a vivir con ese malestar siempre y eso duele o te empieza a corroer por dentro y te produce infelicidad y ya sabéis lo que pienso, todo lo que produzca disgusto hay que alejarlo de nuestras vidas.
Como veis ninguna de estas opciones es buena. La única posible, si valoramos las cosas con el corazón, es la opción de perdonar y olvidar, y seguir a su lado queriéndolas y dejando que nos quieran, y aunque nos hayan hecho un poco de daño, pertenecen por esencia a nuestro «clan personal». No permitáis que eso pase en vuestra vida, el orgullo trae consecuencias malas sólo para el que lo siente y olvidar «cosillas» de nuestra gente querida es la mejor opción. Hay personas con la que se debe vivir siempre, sean como sean, pues nosotros también hacemos cosas que nos gustaría que ellos perdonasen y olvidasen. Sé que a veces cuesta, pero estoy segura que resulta bien.
Mañana otro día más. Vivid y divertíos, esa es la consigna.