Siempre me ha parecido que no estamos haciendo las cosas bien. Hemos permitido que nos marquen como vivir y hemos dejado de pensar individualmente para ser aceptados por la mayoría y no calificados como raros. No nos hemos dado cuenta de que hay reglas realmente duras para aquellos que no alcanzan unos mínimos. Cuando todo ésto afecta a los niños, el tema pasa de desagradable a monstruoso…y eso es maltrato psicológico, ese que no se ve pero que hace tanto daño como el físico.
La frase de hoy me impactó por su dureza y no puedo menos que reflexionar con vosotros sobre ella, porque ¿qué es lo que estamos haciendo con nuestros niños?, ¿cómo podemos permitir que con un comentario, se sientan tan diferentes e inaceptados?, ¿cómo somos tan crueles, insensibles y no valoramos el daño que hacemos con nuestras actitudes? ¿Es tan importante para nosotros que «todos» sigamos un patrón y no haya lugar para las diferencias? Pensad, si a los mayores nos duele, imaginaos por un momento como se siente un niño cuando es rechazado. ¡Y ellos están empezando a caminar!, ¿os figuráis que pueden pensar de un mundo que es tan cruel con ellos?¡ Luego nos quejamos de que nuestros jóvenes son perversos!
Somos insensibles, intransigentes y demasiado exigentes con nuestros pequeños. Es para barrernos de la tierra por inadecuados, torpes y malos… no hay justificación posible para llamar a un niño gordo, bruto, feo, o burlarte de él/ella porque no alcanzan nuestras absurdas expectativas, que si lo pensáis, no sirven para nada. No sabemos empatizar y pensar lo que pueden sentir y lo que va a afectarles cuando sean adultos. No pensamos en el esfuerzo que todos los niños hacen para agradar a los mayores, para ser aceptados, para que se les quiera y considere niños normales. ¡Es tan terrible el ejemplo que tienen!
¡Qué importancia tiene como sea un niño! Su esencia, siempre buena, es lo que cuenta. Los niños son esponjas y si ven cuales son las cosas importantes en la vida, que valores son los que deben desarrollar, serán adultos maravillosos. Empecemos desde ya y seamos adultos sanos, comprensivos, cariñosos,….enseñemos a los niños a ser buena gente, a relacionarse bien con los demás, a tener una gran autoestima sean como sean, corrigiendo cuando sea necesario un comportamiento dañino, pero nada más. Tenemos la obligación moral de hacer que todos los niños sean felices y cada uno debemos aportar «algo» para que eso sea posible, evitando criticarles y reirnos de su aspecto, su comportamiento, o su forma de ser. Lo esencial es que aprendan a ponerse en el lugar de otro y comprendan que no todos somos iguales y que respetar las diferencias , es lo que les va a hacer ser más felices. No hagamos que se cuestionen como personas, que piensen que no son tan válidos como los otros o que sientan que no se les quiere.
Tratemos a todos los niños con dignidad, respeto y sobretodo con cariño. Nuestro ejemplo será su escuela y así podrán vivir y divertirse siempre.
