¡Nuestros dos grandes pilares! El corazón y la razón. ¿Cuántas veces os habéis encontrado en alguna situación en la que convendría que los dos conversaran y se pusieran de acuerdo? Sería estupendo que ellos solos se dieran cuenta de lo importante que es conciliar posturas para que nuestra vida sea un poco menos complicada y mucho más feliz.
Intentar de alguna manera que esto suceda es difícil para cualquiera de nosotros, ya que algunos sólo nos regimos por el corazón y otros sólo por la mente. Si somos de los primeros, actuamos de forma apasionada, exagerada, sin límites, de forma extrema y sin término medio…haciendo que nuestra convivencia con los demás sea desastrosa, padeciendo de forma tormentosa por todo y amargándonos nosotros y a todo el que esté a nuestro lado ¡Es difícil convivir con alguien visceral y descontrolado! Las cosas no son fáciles con ellos, pues para los «corazonistas», todo es o blanco o negro, o querido u odiado, o bueno o malo… no dejan espacio para los importantes matices que la vida y el comportamiento humano ofrece.
Si por el contrario pertenecemos al grupo de los «racionales», que están en el otro extremo y lo controlan y analizan todo, que no dejan lugar a la improvisación, que alejan siempre cualquier manifestación de sus sentimientos, que continuamente se comportan según las normas y sus convicciones, que lo estudian todo bajo esa lupa estricta que es la mente, seremos relativamente cordiales en nuestra convivencia con los demás, si entran dentro de lo que consideramos correcto, pero nos convertiremos en seres fríos y analíticos sin un ápice de empatía ni comprensión hacia los demás y sus errores.
¿A que habéis conocido personas de cualquiera de estos tipos? Pensad en su comportamiento…
Los extremos, como siempre, son terribles, y por eso hay que lograr que el corazón y la razón se retiren a conversar para tratar de ponerse de acuerdo en nuestro comportamiento. De esta forma conseguiremos hacer las cosas de una manera más natural, ya que podremos mostrarnos cariñosos y entrañables, pero sin que nuestras manifestaciones invadan el espacio vital que todos necesitamos. En cualquier situación a la que nos enfrentemos, si hemos logrado un acuerdo entre nuestros dos pilares básicos, lo haremos compensado los desfases de uno u otro, nuestra convivencia será más fluida y podremos ser fríos y calculadores, si es necesario, pero matizándolo con la dulzura, empatía y comprensión que nos brinda el corazón. Podremos ser cariñosos, apasionados y exultantes, pero limitando nuestra expresividad, como sabe hacerlo la razón, para no abrumar o caer en exageraciones.
Intentemos, aunque sé que no es fácil, que la convivencia entre corazón y razón sea excelente y no permitamos que ninguno de los dos se salga con la suya, pues si no trabajan juntos nos harán tener reacciones desmesuradas y fuera de control y eso no es bueno ni para nosotros ni para los demás. Es un juego de «parar y empujar», hasta llegar al lugar en el que se encuentren. Ese, es el ideal.
A practicar.. y como siempre vivid y divertíos.
