¡Mil gracias hijos…!

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Hoy me he sentido muy bien recordando a «mis peques» y aunque en realidad y a estas alturas de la película, ya ni son míos ni son peques, he pasado un buen rato rememorando momentos….¡me estoy haciendo mayor y lo mejor es que no me disgusta!.

Recordar momentos y situaciones es un gran ejercicio….te lleva a darte cuenta de la cantidad de temas que te vas dejando en el camino sin agradecer adecuadamente a las personas que te los han brindado. Hoy me he percatado de las pocas veces que he dado las gracias a mis hijos por todas las increíbles cosas que desde que llegaron a mi vida me han enseñado. Cuanto aprendemos de nuestros hijos, ¿verdad? Es fabuloso comprobar como de repente, cuando ellos aparecen,  la vida se transforma en algo mágico y diferente a lo que era antes.

Cuando mis dos hijos llegaron, entró la magia en mi vida, desde chiquitines me enternecía sólo con mirarles, mi sonrisa se volvió permanente, mi corazón comenzó a palpitar de una forma diferente y por fin entendí esa expresión que tantas veces había oído «moriría por ellos».

Por eso hijos, no quiero que pase un día más sin daros las gracias. Gracias por haberme enseñado, durante todos estos años compartidos, el significado de la felicidad, cualquier momento con vosotros es grato y maravilloso, de la diversión pues hacéis de cualquier situación un momento de disfrute, de la lealtad, siempre ahí sin desfallecer, de la gratitud pues cada cosa que os doy o hago os parece única, de la generosidad, sois desprendidos y desinteresados. Me habéis animado a mostrar mis sentimientos, que es muy bueno cuando se necesita y no hace daño a nadie, me habéis enseñado a ser tolerante cuando habéis aguantando sin un sólo reproche las situaciones en las que os he colocado con mis decisiones, me habéis ayudado a enfrentar momentos complicados siempre a mi lado, me habéis dado frescura, optimismo y autocontrol y habéis hecho que entendiese que lo importante era daros profundas raíces y  fuertes alas.

Sois tan diferentes y a la vez tan iguales, que habéis conseguido que entienda lo buena que es la diversidad  y que haya comprendido que para ser «buena gente», como sois vosotros, no es necesario seguir un patrón, sino que cada cual tiene que tener su propia esencia, llena de buenas y menos buenas cualidades pues eso es lo que hace brillar a una persona. Gracias por ser como sois, por haber aprendido las lecciones de la vida, por saber diferenciar… pero sobre todo gracias por haberme enseñado lo que es «amar con mayúsculas». Gracias hijos, nunca podré compensaros.

Espero haber contribuido, aunque solo sea un poquito a vuestra felicidad, pues eso sería una pequeña forma de poder agradeceros todo lo que vosotros habéis hecho por mí. Gracias, mil gracias a los dos, por tener luz propia y hacer que brille para mí y para los demás.

No quiero acabar sin hacer extensivas estas gracias, que yo he dado a mis hijos, a todos «los hijos del mundo» como reconocimiento por todo lo que han dado a sus padres y que injustamente tan pocas veces reconocemos.

Hasta otro día y ya sabéis seguid viviendo y divirtiéndoos.

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