¿Os habéis preguntado alguna vez porque la mayoría de nuestras madres intentaron enseñarnos desde pequeñitos, para que nos quedase grabado en el disco duro, que todo debe estar ordenado, limpio, brillante e impoluto y que algunos muebles y objetos son intocables y están reservados sólo para las visitas?
Yo no sé vosotros y ahora hablo a los de mi generación, padres y madres actuales, pero yo crecí con esa rara sensación de que no debería tocar nada por si se manchaba (estoy exagerando, lo reconozco, pues no tengo ningún trauma) . El salón relucía en cada cm2, la plata brillaba tanto que casi no hacía falta encender la luz, se hacían limpiezas «anuales», así es como las llamaba mi madre, cada tres meses, en el suelo de la cocina se podía comer, en los baños te daba apuro lavarte las manos por que sabías que a continuación llegaba mamá con el trapito a pasar el lavabo……¡Dios mío! Era inevitable pensar que nunca, nunca se podría alcanzar ese grado de perfección en orden y limpieza. ¿Y qué decir de la «revista sorpresa» a tu habitación? Buff….. los pelos de punta sólo recordarlo, nunca coincidía el oren de mi madre con el mío.
Con el paso de los años tuve mi primera casa y por mucho que limpiaba y frotaba, las cosas no brillaban tanto, ¡no era una profesional como mi madre! y después llegaron mis dos hijos y empecé a comprender que el concepto de orden y limpieza es totalmente subjetivo y que seguro el mío no coincidía en absoluto con el que me habían intentando enseñar. A esto hay que añadir que el polvo no me tenía ningún respeto, no como en aquella maravillosa y enorme casa en la que vivíamos, la suciedad y el desorden no se atrevían a acercarse pues se encontrarían con mi madre y su bayeta y eso ……… era muerte segura.
Toda aquella obsesión por la limpieza y el orden de nuestras madres, transmitida por nuestras abuelas que eran iguales, produjeron en mí el efecto contrario al buscado, porque aunque si que es cierto que me quedó alguna pequeña manía, en la casa que compartimos mis hijos y yo, las costumbres son más relajadas, las cosas están aseaditas, sí, para no sufrir esa tan extendida alergia al polvo, pero sin obsesión, chicos, pues esa obsesión sólo produce malestar e incomodidad y una casa «nuestra casa», debe ser el lugar donde cada uno de nosotros vuelve después de un día agotador y descansa de la batalla. ¿No es un placer llegar, tirar el bolso y el abrigo al entrar, quitarse los zapatos y la ropa de la calle y ponerse esas amorosas zapatillas que con sólo tocarte parece que te quitan de encima la mitad del cansancio? ¿No creéis que tenemos derecho a disfrutar de nuestra rincón del sofá, ”acuchados”, (¿a qué os gusta el «palabro»?) con la mantita de rigor y con la tele haciendo ruido de fondo? ¿No os parece que nadie debería habernos generado ese sentimiento de culpa, que aunque no queramos tenemos, porque cuando miras hacia la mesa ves una capita de polvo?
Me niego a aceptar que todo en la casa tenga que ser tan perfecto, reivindico el derecho a tener la casa desordenada y con un poco de polvo. Me manifiesto a favor de la supresión de ese sentimiento de culpa, de ocupar toda la casa sin sitios reservados, de desordenar las mantas, los cojines, los sillones del salón, de disfrutar de un rato vagueando, de aprovechar ese momento en el que te despiertas de un sueñecito nocturno en el sofá, pues tus ojos no han resistido la tentación de cerrarse e irte a la cama sin preocuparte de recoger las mantas, los cojines o las tazas de té de la noche. Reclamo el derecho a tener la casa como a uno le dé la gana, y cuando ese sentimiento de culpa por no limpiar y ordenar te llegue a la cabeza, APAGA LA LUZ, es uno de los mejores consejos que he leído.
Y como ya he dicho antes que el orden es un factor subjetivo y nadie se pondrá de acuerdo, dejemos que cada miembro de la casa se ordene como quiera en su espacio, y en los comunes disfrutemos de ellos con un «caos organizado» , limpiando y ordenando cuando a uno le apetezca. Pero, cuidado no os despistéis demasiado pues puede llegar la hecatombe,¡como veis aunque formateé, algo me quedó en el disco duro……!
Mañana otro día. Que encontréis un rato divertido.

100% de acuerdo contigo. Me encanta leer que desde la última vez que estuvimos en tu casa se han relajado las cosas. Aunque estemos hablando de más de veinte años de sabiduría !
También es cierto que siempre supimos apreciar las enseñanzas de nuestras madres.
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